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Como veis, últimamente estoy trabajando con el miedo, bueno mejor si lo hacemos "cachitos" y decimos con "los miedos", ya que parecen un poco más enfrentables.
El miedo es una de las grandes emociones y todos, en mayor o menor medida tenemos miedos: a las arañas, los petardos, a las aglomeraciones de gente, a tomar decisiones, a enfrentarnos a nuestro jefe, a reclamar una deuda o un libro prestado, a devolver un plato que no está en condiciones en un restaurante, a hablar en público... La lista puede ser interminable (miraos "por dentro" y añadir los vuestros si no están en la lista).
Todos estos miedos son más o menos normales y podemos vivir con ellos. El problema es cuando estos miedos se hacen tan ingobernables que, son ellos y no nosotros quienes controlan nuestra vida. Es importante que le pongamos nombre y aprendamos desde pequeñitos a manejarlos para que podamos reducirlos y hacerlos desaparecer (profes, padres, abuelos: aquí tenéis una tarea más).
En este esfuerzo por vencer a los miedos, os recomiendo encarecidamente la lectura de Anatomía del miedo de mi admirado José Antonio Marina en el que de una manera brillante, amena y, en ocasiones, hasta divertida, nos lleva de la mano por esos armarios llenos de monstruos que todos tenemos.
Os dejo aquí la Carta a mí mismo que os puede ayudar en vuestra personal lucha (por si os da pereza enfretaros con el libro) que se encuentra en el capítulo siete.
¡Ánimo, valientes!
"CARTA A Mí
MISMO DÁNDOME NUEVE CONSEJOS CONTRA EL MIEDO
Estimado amigo:
Te has librado por
los pelos de ser un Kafka sin talento, y como los miedos están agazapados y
pueden volver en cualquier momento, te doy nueve consejos de urgencia para
enfrentarte a ellos:
1. Distingue los miedos amigos de los miedos enemigos. Los
amigos te advierten del peligro para librarte de él, no para entregarte en sus
manos. Los amigos te preparan para acometer, los enemigos te disuaden de que lo
hagas y, además, te vampirizan, o sea, te dejan exangüe.
2. Tú no eres tu
miedo. Una de las artimañas más insidiosas usadas por el miedo para debilitar
nuestra fuerza es que nos identifiquemos con él y nos sintamos avergonzados.
Esto nos condena al silencio, al secretismo y nos impide buscar ayuda. Los
miedos son algo que soportamos, como la úlcera de estómago. Tienes que pedir
respeto por tus miedos, como por tus otras dolencias.
3. Debes declarar la
guerra a los miedos enemigos, que han invadido tu intimidad. Hay que
movilizarse, es decir, adoptar una postura activa. Recuerda lo que leíste en el
libro de M. J. Mahoney Psychotherapy Process: «Hay que mantener el énfasis
sobre las acciones, como es característico del planteamiento conductual de los
problemas clínicos. Por ejemplo, sospechamos que las investigaciones futuras
revelarán que gran parte del éxito de la terapia racional emotiva de Ellis —tan
atractiva para los terapeutas de orientación cognitiva— se debe al énfasis que
se pone en las obligaciones de la vida real, y al interés del terapeuta en que
el sujeto actúe de forma distinta a la de ocuparse del análisis racional de las
ideas irracionales.»
4. Tienes que conocer a tus enemigos y a sus aliados. Hay
que conocer las estrategias del miedo, las circunstancias en que prefiere
atacar, sin olvidar que es un fenómeno transaccional, que surge de la
interacción de un factor subjetivo —tú— y de un factor objetivo —tu
circunstancia—. El enemigo está, por lo tanto, fuera y dentro de ti. Dentro de
ti están las falsas creencias que lo alimentan, el miedo al esfuerzo, y, si me
apuras, estás como todos nosotros intoxicado de comodidad. ¿A cuántas cosas has
dado poderes plenipotenciarios sobre tu vida, es decir, cuántas cosas
insignificantes has convertido en imprescindibles? «Lo que poseo, me posee»,
dijo Nietzsche previendo sin duda nuestra época de hipotecas generalizadas en
lo inmobiliario y en lo anímico.
5. No puedes colaborar con el enemigo. Todos
podemos ser colaboracionistas sin darnos cuenta. El miedo es invasor y como
todos los invasores tiende a corromper al invadido. Puede apoderarse de la
conciencia entera del sujeto, alterar sus relaciones. Conviene por ello que lo
aísles dentro de tu dinamismo mental. No intentes justificarlo. No puedes
decir: «Hoy no voy a esa reunión porque va a ser muy aburrida», cuando deberías
reconocer: «No voy a esa casa porque me da miedo la gente.» No puedes decir:
«No me vale la pena reclamar por una cosa tan boba», cuando en el fondo lo que
estás pensando es que no sabes cómo hacerlo o que no te atreves.
6. Tienes que
fortalecerte. Te daré una fórmula infantil por su simplicidad: La solución para
luchar contra el miedo es disminuir el peligro o aumentar los recursos
personales. En primer lugar, tienes que preparar tu organismo para la batalla.
El miedo emerge de la biología, aunque no se reduzca a ella. Está demostrado
que el ejercicio físico es un antídoto contra la angustia. Proporciona además
una nueva relación con el cuerpo y con las sensaciones que proceden de él.
Aumenta la tolerancia al esfuerzo. No olvides que las personas con tendencia a
la angustia soléis eludir el ejercicio físico.
7. Háblate como si fueras tu
entrenador. El modo como conversamos con nosotros mismos, y la influencia que
tiene en nuestro estado de ánimo ese Otro íntimo con que conversamos, nos
permite acceder o no a las fuentes de nuestra energía. Los entrenadores saben
muy bien que el atleta debe animarse a sí mismo antes de dar el salto. Y los
terapeutas más conspicuos insisten mucho en preguntar al paciente los
comentarios que se hace en secreto sobre la terapia que está recibiendo. Saben
que una actitud displicente o unos comentarios acres o devaluadores van a
limitar la eficacia del tratamiento.
8. Debilita a tu enemigo. Critica las
creencias en que se basa. Desenmascara sus jugadas de farol. Búrlate de él.
Desarrolla el sentido del humor para desactivarlo. Aprovecha todo lo que sabes
para hacerle daño. Y sabes dos cosas al menos. Primera: que las técnicas para
desprestigiar el estímulo peligroso son la desensibilización imaginaria o real.
Exponerse gradualmente, en vivo o en imagen. Segunda: que las creencias
erróneas son el caballo de Troya del que se sirve el miedo para entrar dentro
de ti. Hay que detectar esas creencias, criticarlas, discutirlas, arrinconarlas
y, cuando estén lo suficientemente debilitadas, darles una patada en el culo
—porque las ideas también tienen trasero— y sustituirlas por otras creencias
adecuadas para vivir.
9. Busca buenos aliados. Es difícil combatir el miedo
solo. Y si el miedo es patológico, imposible. Busca, pues, consejo y ayuda de
personas competentes. Y, si tienes esa suerte, busca a quien pueda darte ánimo
cuando estés desalentado. Las redes de apoyo afectivo son la mejor solución a
muchos de nuestros problemas, incluido el miedo, pero tienen un defecto: no
dependen sólo de nosotros. Recuerdo que uno de mis maestros de juventud,
Maurice Merleau-Ponty, repetía: «Un hombre vale lo que valen sus relaciones.»
No sé si tenía razón, pero sé que me hizo ver que crear una red de afectos es
una de los grandes triunfos de la inteligencia. "
Desgraciadamente este país generación tras generación hemos sido victimas de una interesada y dirigida "ignorancia" emocional Y los miedos forman parte de una educación "como Dios manda".
ResponderEliminarSi conseguimos liberar por fin a nuestros hijos y con ello también nosotros ¿No pensáis alcanzaríamos un poco mas de felicidad?
Estoy de acuerdo contigo. Por eso creo que en la educación de nuestros "peques" debemos evitar errores tan gordos como la sobreprotección a los que los sometemos que va creando personitas dependientes y acobardadas.
EliminarUn beso muy fuerte y muchas gracias por el comentario: me hace mucha ilusión.