viernes, 27 de febrero de 2015

Una pequeña historia de la hija de un obrero que fue a la Universidad


Esta viñeta de Mafalda que me encontré buscando otras cosas, me ha parecido perfecta para reflejar lo que hace unos días me dijo una mamá:
-Esto que me has ensañado hoy es muy útil pero..."-, y se quedó pensativa, sin atreverse a mirarme.
- Pero ¿qué?, ¿hay algo que no te guste?- la animé a continuar. 
- Es que... yo quiero aprender a escribir bien.
- ¿Por qué?- le pregunté, conmovida por su interés. 
- Porque quiero que mi hija vaya al colegio y no se avergüence de mí.

Esta batallita de abuela cebolleta que os he contado, me ha hecho pensar mucho y recordar algunas cosas que tenía casi olvidadas y, entre ellas, aquel viejo lema: "El hijo del obrero a la universidad".

¿Os acordáis? Supongo que muchos de los que leéis estás páginas sí, ya que, también, compartimos generación y, muy probablemente, aquellas "manis".
Para los que ya sois de la ESO (sí, soy de EGB), con esta consigna pedíamos, allá por el final de los 70, principios de los 80, igualdad de oportunidades para acceder a la educación. Pedíamos que sólo se primara el mérito académico y que hubiera una política de becas que nos permitiera desarrollar todo nuestro potencial intelectual. Creíamos en el valor de la educación como medio de empoderamiento (palabra tan de moda ahora y que ya tiene una edad), de mejorar nuestra situación social, dejando de ser pobres, de abrir puertas al aire fresco.

Dejadme que os cuente la pequeña historia de una niña que tuvo el privilegio de ir a la universidad gracias, supongo que entre otras miles de situaciones azarosas que marcan las vidas de las personas, a dos circunstancias: un padre y una beca.

Yo aprendí de mi padre que ir al colegio era muy importante. Un hombre que me demostró ser muy inteligente, que me inculcó los valores más preciados que tengo, cuido y mimo cada día: la dignidad personal, la honradez, el respeto, la generosidad... Me enseñó, que, al que estudiaba el bachillerato, le llamaban Don, y que su hija, por lo menos, ¡tenía que ser Doña! Tenía que tener un futuro mejor que el suyo.

Mi padre era albañil (preciosa palabra que ha desaparecido, sustituida por un despectivo operario) y, prácticamente, analfabeto. Sabía leer y escribir pero no lo suficiente "de cuentas" para poder aspirar a ascender un peldaño en su trabajo. Le hice, con mucho esmero, las tablas de multiplicar y, juntos, aprendimos a multiplicar y a dividir, bajo la guía de mi hermana mayor, que ya era maestra. 


Fotografía tomada de: lasonrisadeloscipreses.org/breves-reflexiones/no-pasaran-pues-si-han-pasado


Una guerra injusta le impidió
 ir al colegio y le hizo adulto con sólo 10 años, teniendo que buscarse la vida e ir con su hermana pequeña a mendigar las sobras de comida de los cuarteles, en el Madrid del No pasarán, al que fue arrastrado desde un pequeño pueblo de Toledo. 
Fotografía tomada de: eltrabajonoshacelibres.blogspot.com.es/2012/11/los-ninos-del-exilio-de-la-guerra-civil.htm

Muy probablemente, ser niño de la guerra le llevó a ser republicano y comunista, fiel seguidor de Santiago Carrillo, al que votó, con mucho miedo aún en el cuerpo, (a pesar de que Jarcha nos recordaba continuamente en la radio y en la televisión que había Libertad sin ira) en aquella fiesta de las primeras elecciones democráticas y que viví cogida de su mano, aprendiendo lo que significaba la libertad y la democracia.


Foto tomada de: foto-cache.abc.es/jpg/7/7/1339693463677.jpg

Pero, además, todas estas experiencias, creo que le hicieron muy lúcido: lo importante es aprender, ir al colegio, saber, estudiar... y yo lo hice: estudié y fui a la Universidad. 

Nunca olvidaré el primer día, cuando, con un nudo en el estómago, crucé la puerta de la facultad de Filosofía de la Complutense, dispuesta, no sólo a llegar hasta el final, sino a dedicar toda mi vida a enseñar a los demás. Allí estaba la gente que sabía (luego descubres que no sabían tanto) y una enorme biblioteca llena de libros que yo quería devorar porque me abría las puertas a un nuevo mundo (os recuerdo que no había internet, ni ordenadores ni teléfonos móviles y, aún así, conseguíamos quedar para tomar las cervecitas en Huertas o Malasaña y disfrutar de la Movida madrileña).

Pude cumplir mi sueño gracias a la política de becas, porque, a pesar de que mi padre logró ascender en su trabajo, no había dinero suficiente para pagar la matrícula, los libros, el metro... Estas becas llegaron a partir del 82 y fueron impulsadas por una persona a la que debemos empezar a colocar en el lugar que se merece en la historia de este país: Felipe González. Si Adolfo Suarez hizo posible la democracia, Felipe González hizo posible el Estado de Bienestar, ese Estado de Bienestar que se nos ha ido escapando entre los dedos gracias al trabajo concienzudo de los "famosos mercados"  (me encantaría conocer a esos "señores" algún día) y a sus acólitos extendidos por todo el mundo.



Foto tomada de: psoepozoblanco.blogspot.com.es/2012/10/30-anos-del-82.htm

Fijaros en el cartel electoral de las elecciones del 82: EL CAMBIO. La ilusión de un cambio, la mirada de Felipe, perdida en el futuro que viene.


Hoy, taitatantos años después (haced vosotros la cuenta, que yo me siento muy mayor cada vez que la hago) el futuro es presente y me pregunto, a lo largo de todo este camino, ¿qué hemos hecho con aquella educación que tanto deseábamos y que tanto iba a significar? 

Para empezar, no sé cuántas reformas educativas sin sentido, ni medios, ni expertos y, por supuesto, sin contar con las personas que están en las aulas, dejando en manos de las Comunidades Autónomas unas competencias educativas, junto con sus partidas presupuestarias, que han generado que la geografía, la historia, la lengua... de este país tenga 17 interpretaciones diferentes y que no sea lo mismo estudiar en Madrid que en Sevilla o en Salamanca porque en cada una de estas ciudades hay condiciones diferentes para acceder a la universidad, a las becas, a las diversas opciones educativas.

Y podemos seguir con un sistema educativo que no se corresponde con las necesidades formativas de nuestro mercado laboral: ¡Venga ingenieros! ¡Venga arquitectos! Pero ¿cuántos albañiles, fontaneros, electricistas... formamos? Si algo aprendí de mi padre es que para construir una casa sólo hace falta un arquitecto pero unos cuantos albañiles¿Por qué la formación profesional de verdad no existe? ¿Quizás sea porque una buena formación profesional implica mucho dinero y unos empresarios dispuestos a invertir en formación y en el futuro de sus trabajadores?

Si me voy al siguiente escalón, nos encontramos con un sistema de formación del profesorado y de acceso a la función pública que se encuentra en el polo opuesto de la realidad del aula y que ni mucho menos elige a los mejores para confiarles lo más preciado de la sociedad: los pequeños.

Además, a los verdaderos artífices del milagro, los profesores, les hemos despojado de su autoridad, y pagamos el esfuerzo que realizan cada día con menos sueldo, exigiéndoles más y envidiando sus vacaciones. Les movemos constantemente de centro para que no prospere ningún proyecto educativo coherente y les quitamos más horas de clase en favor de un bilingüismo sin pies ni cabeza.

Y para colmo, en estos días, me encuentro con que se han malgastado millones de euros en una campaña institucional cuyo único objetivo es decirnos el plazo de matriculación de los niños en el cole y, claro, de paso, vendernos la cantidad de colegios públicos y concertados (que todavía no entiendo porqué siguen existiendo) tenemos en nuestra Comunidad y con cuántos profesores nativos en inglés contamos (supongo que habrán aprobado las oposiciones igual que todos los demás). ¡Cómo "mola" estar en periodo electoral!


Foto tomada de: citashacker.blogspot.com.es/2012/09/cita-de-enrique-tierno-galvan.html

Y mientras estaba haciendo este repaso a las desgracias del sistema educativo, me entero que los peques tendrán que volver a sufrir el martirio de aquel catecismo (que me imponía mucho porque en la portada estaba el Pantocrator de Taüll) lleno de preguntas que estábamos obligados a aprender de memoria: "¿Por qué soy cristiano? Por gracia de Dios y obra del Bautismo"(pongo las comillas porque lo recuerdo textual, pero leerlo con su musiquilla correspondiente). ¿Por qué la autoridad eclesiástica de este país nuestro no escucha a su Jefe antes de diseñar un plan de estudios que, vete tú a saber porqué, tienen que hacer ellos?



Foto tomada de: adiotierraviva.blogspot.com.es/2015/01/frase-del-papa-francisco.html

¿Creéis que esta sociedad, que hemos ido construyendo entre todos, le confiere a la educación el valor que realmente tiene? ¿Creéis que tiene sentido decir "niño estudia para que el día de mañana seas un hombre o mujer de provecho"?

No sé si tiene sentido o no, pero a mí, escuchar de una persona que, prácticamente no tiene nada para comer, "Quiero aprender a escribir", me hizo recobrar la fe y darle las gracias a mi padre y a tantos padres y madres que, trabajando muy duro todos los días de su vida, le dejan a sus hijos el mejor de los legados: UNA EDUCACIÓN.

Ayudemos a esos magníficos profes que cada día van al cole con la ilusión puesta, a pesar de todas las dificultades que encuentran, y hagamos entre todos que ese legado recobre su valor: apostemos por lo que realmente merece la pena. 

viernes, 20 de febrero de 2015

"Malena, una vida hervida"



"Dejé de comer a los quince años, ¿sabe usted? A los quince años empecé a alimentarme, a ingerir lo estrictamente necesario para ir tirando, verdura hervida, carne hervida, pescado hervido, vida hervida... Y todo por amor, que ya es triste, lo imbéciles que podemos llegar a ser las mujeres..."

Así plantea su vida Malena, una mujer que pasa su vida sometida a los tormentos de vivir en una constante dieta porque...

"Una botella de color miel, que apenas quince minutos antes había contenido un litro de cerveza Mahou, daba vueltas y vueltas sobre el piso de cemento, sin rozar siquiera los pies de la veintena de adolescentes bronceados que, sentados en el suelo, formando un corro, la miraban sin pestañear, en sus rostros cierta juvenil ansiedad. Allí, un poco apartada porque le daba vergüenza cruzar las piernas a lo indio, igual que los demás, estaba también ella, Malena, quince años recién cumplidos, ciento setenta y tres centímetros de altura, ochenta y dos kilos de peso, una auténtica vaca. Llevaba un traje suelto de algodón amarillo, con un bordado diminuto en el delantero y un canesú muy marcado, que sus amigas encontraban gracioso porque parecía un modelo pre-mamá. Era un modelo pre-mamá, el último recurso, aunque ella se habría dejado ahorcar antes que confesarlo. No conocía tortura más atroz que salir de compras, ni milagro más auténtico que una falda de su talla, y tan sólo un par de semanas antes, su madre, una mujer muy hermosa, se había echado a llorar al contemplarla desnuda en el ambiente más hostil -un diminuto probador de El Corte Inglés- mientras ella se embutía a presión en un bañador negro, con aros en el pecho y refuerzos en las caderas, que finalmente habían encontrado en el último rincón de la planta de señoras, ¡PROMOCIÓN ESPECIAL!, TURISMO PARA LA TERCERA EDAD, ANIMESE, MUJER. LA VIDA EMPIEZA AHORA (...) (la botella) Se detuvo una vez más a sus pies, y el corazón le dio un vuelco, porque le tocaba, esta vez le tenía que tocar, no había discusión posible. Las reglas del juego prohibían repetir beso, y Andrés ya había besado a las otras siete chicas de la pandilla (...), así que ahora le tocada a ella, sólo quedaba ella, y sin embargo, y sin ningún titubeo, él eligió a Silvia por segunda vez. Alguien protestó, es que ya no queda ninguna más, explicó él, claro, es verdad, los demás le dieron la razón y ella no se atrevió a decir nada, porque nadie la miraba, nadie la mencionaba, nadie parecía darse cuenta de que aún quedaba ella, intacta, sola, muda"...

Este suceso en la vida de Malena es el que desencadena "Una vida hervida", un estupendo cuento de Almudena Grandes que nos describe cómo viven muchas mujeres que no caben en la talla 38. El cuento va avanzando y retrocediendo en su historia personal, hasta que llegamos a un genial e irónico desenlace que nos hace darnos cuenta de las paradojas que tiene la vida. Os animo a leerlo, junto con los otros seis cuentos que forman parte del libro "Modelos de mujer" en los que nos va retratando otras tantas mujeres valientes y con una gran voluntad que las lleva a cambiar los designios de su destino.

Este párrafo que os he puesto aquí y otros (el cuento entero es muy largo) que podéis entresacar del relato os pueden servir para provocar debate y reflexión y trabajar varios temas con los chicos y chicas: la imagen personal, la consecuencia de los hábitos alimentarios en la salud (física, emocional y social), la influencia de las opiniones ajenas y los prejuicios sociales, las diferencias entre sexos... Da mucho juego para hacer reflexionar a los jóvenes, para ir creando poco a poco un pensamiento crítico en ellos.


lunes, 16 de febrero de 2015

Las tallas: esa tremenda estupidez

Para empezar, chicos, os hago una pregunta: ¿por qué a los hombres no os importa la talla? ¿Cuántos de vosotros sabéis que talla de pantalón o camisa utilizáis? ¿Por qué pedir una XXL no supone ningún trauma para un chico, al contrario,  me parece que es sinónimo de grande y fuerte, mientras que para una mujer pedir una talla 40, 42 o 44 (medidas que podrían considerarse "normales") es igual a sentirse humillada y despreciada por esa dependienta que roza lo cadavérico y a la que me encantaría poder hacer lo que Pretty Woman en la "pelí"?

¿Pensáis que estos dos iconos de la belleza durante décadas, entraban en una talla 38?



Foto tomada de: www.google.es/search?q=sofía+loren&rlz

"El harén de las mujeres occidentales es la talla 38". Esta afirmación pertenece a un artículo, que no es muy reciente (octubre del 2013) pero de total actualidad, que recupera unas páginas del libro " El harén de Occidente" de Fatema Mernissi, a quién admiro por su valentía, pensamiento y por sus libros que me han hecho disfrutar mucho. Me ha venido muy bien para mis reflexiones sobre las hermosas personas y las personas hermosas.

En él, cuenta una situación que vive en una tienda de ropa en la que pretende comprar una falda. Su experiencia, la hemos vivido prácticamente todas las mujeres y no sólo en alguna ocasión, si no muchas veces. Hasta que aprendes que la talla no significa nada, tienes que hacer un largo recorrido. Aceptar que tu talla se encuentra en la sección de señoras y que tú tienes 18, 20, 25 años y la ropa que allí encuentras no la querrías ni para tu abuela de 80, supone recorrer un camino muy difícil, lleno de frustraciones y de malos momentos en los que es muy fácil perderse.

¿Qué estamos enseñando a estas chicas? Básicamente que si quieren ser aceptadas y tener alguna posibilidad de tener pareja, debe someterse a sufrimientos sin fin para luchar contra una naturaleza que no considera que las personas deban ser todas iguales y medir lo mismo de cintura y cadera. Queremos tener cuerpos perfectos que no lo son ni lo van a ser nunca sin las correcciones, no ya de cremas, operaciones, gimnasios... sino del fhotoshop (os dejo este reportaje muy esclarecedor que podéis trabajar en casa o en el aula).


Entre todos vamos consolidando una sociedad de "guapos" donde los jóvenes tienen pocos modelos en los que fijarse. ¿Qué quiere ser un niño/adolescente ahora? Un gran número de ellos nos dirá que famoso. Pero famoso no significa alcanzar la FAMA siendo un gran escritor, actor, pintor, ingeniero, arquitecto... Creo que ahora el mérito para ser famoso consiste en ser considerado "guapo" y que te seleccionen para participar en uno de esos tremendos concursos de la televisión donde sólo aparecen modelos cuyos méritos son ser "sinceros" (lease groseros, maleducados y agresivos), tener una capacidad enorme de hacer el bestia bebiendo sin límites de ninguna clase y dónde se hace gala de la incultura que poseen, ¡Jo, tía! (Lo siento, pero cada vez me asquean más estos personajillos que tanto daño han hecho y hacen).

No me gusta nada que se valore a las personas por su aspecto físico antes que por sus capacidades o cualidades. ¿Cuántas personas han tenido dificultades para encontrar un puesto de trabajo porque la persona que los entrevista los etiqueta como feos o gordos y los descartan sin preocuparse de nada más? ¿Cuántas niñas y niños han llorado porque les han llamado "gafotas", "narizotas", "orejas de soplillo"...? ¿Cuántos más tienen que llorar?

Aplaudo algunos pasos que se están dando en favor de "otras tallas" y aunque no me gusta demasiado cómo se trata el tema (recreando los mismos esquemas), os dejo este vídeo de una marca de bikinis que apuesta por otros modelos: (también se puede trabajar tanto en casa como en clase, haciendo reflexionar a los jóvenes sobre lo que están viendo y sobre todo y más importante, ¿cómo se ven ellos?)






jueves, 12 de febrero de 2015

Cuerpos fuera de la norma



Cuerpos fuera de la normaOs dejo este artículo,  para pensar un poco, sobre la normalidad y lo que está fuera de la norma. Es muy interesante el recorrido que realiza por todas las etiquetas (sexo, raza, clase social...) y cómo nos situamos en la norma o fuera de ella. No olvida las consecuencias de estar en un lado u en otro.

domingo, 8 de febrero de 2015

Los rumores y el enfado de la Jirafita





-¿Qué te pasa, Jirafita?- preguntó el Elefantito algo preocupado porque no era normal ver a la Jirafita sentada en un rincón con las patitas cruzadas, cabizbaja.
La Jirafita torció el gesto y levantó la cabeza muy digna, sin responder al Elefantito.
-Venga… ¿qué te pasa? ¿Estás enfadada?
-Pues claro – chilló indignada- ¡¡¡¡Tú lo debes saber muy bien!!!!
- ¿El qué tengo que saber?
- ¡Qué morro tiene! Se dedica a hablar mal de mí por ahí y… ¡¡¡¡dice que no sabe nada!!!!!
-Pero... Jirafita, yo soy tu amigo: no hablo mal de ti.
-¿Qué no? ¿Qué no? Yo lo he visto…
-¿Qué os pasa? ¿Por qué chilláis?- intervino el Rinoceronte, que pasaba por allí haciendo una carrera.
-La Jirafita, que se ha puesto tente (impertinente en idioma Koala, el oficial de la Casita)- respondió el Elefantito muy triste.
-No estoy tente!!!! Estoy enfadada!!!!
-¿Estar enfadada? Tú no enfadar, poner fea – dijo el Camello.
- (R)isa!!!  (M)ejor (R)isa, tu guapa si (r)ies- añadió el Pulpo que también había acudido al oír los gritos.
-¡Lo que faltaba! Encima si me enfado, me pongo fea… Lo has arreglado, Camello- seguía chillando la Jirafita cada vez más furiosa, mientras al Elefantito se le iban doblando poco a poco las orejas y la trompita se le quedaba blandita, lo que le ocurre siempre que se pone triste.
-Pero… ¿Qué pasar? ¿Por qué enfadar?- preguntó el Camello para ver si podía calmarla un poco.
- Qué el Elefantito ha hablado mal de mí. Ha dicho que soy una pesada y que sólo pienso cosas inútiles. ¿Te parece poco? ¡Me ha llamado pesada e inútil! Y yo no soy tonta: saco las mejores notas y eso que soy la más pequeñita de todos!
-No es verdad, yo no he dicho eso…-añadió el Elefantito muy bajito, tanto que no le oyeron.
- No creo que el Elefantito haya dicho eso- intervino el Rinoceronte-. Él nunca habla mal de nadie, si una cosa no le gusta, te lo dice y ya.
-Ser verdad. Los amigos de verdad como nosotros, no decimos cosas así…
-Pero él lo ha dicho: Yo lo he visto.
-¿Visto? –preguntó el Koala que se acababa de despertar-, ¿cómo puedes verlo? Las palabras no se ven.
-Sí se ven… Yo las he visto. Pasan corriendo…
-¡Ah! ¡Tú hablar de los rumores!
-¡Claro! Yo también los he visto. Son frases flotando en el aire, así un poco como si tuvieran humillo…- dijo el Rinoceronte, muy contento por su descubrimiento.
-Ampalito dice que a los rumores no hay que hacerles caso. Que son como los pajaritos cuando dicen cosas: mentirosillos- añadió el Koala que ya había aprendido la lección con su amigo el Oto Koala.
-El Koala tiene razón- apuntó el Rinoceronte- los rumores pasan corriendo y como no los ves bien…
- Es verdad: yo me he fijado que cuando decimos algo, las frases se quedan un rato flotando en el aire- añadió el Rinoceronte- y luego se van corriendo como si tuvieran que hacer una carrera…
El Koala que estaba muy callado añadió:
- Yo he visto que se caen algunas palabras. Un día estaba durmiendo y la palabra patata me cayó encima, me despertó y como era una baya patata me la quise comer pero ya no estaba...
-Sí, (c)aer y ya no (s)aber que decir (f)rase…
-El Camello tiene razón- intervino el Elefantito por primera vez-. Yo dije que la maleta de la Jirafita era muy pesada, que tenías que pensar qué llevar para no meter cosas inútiles…
-¿Ves, Jirafita? Se habían ido cayendo palabras y ya no quería decir lo mismo- insistió el Rinoceronte volviendo de una carrera, pues ya llevaba demasiado tiempo quieto.
- Tu entender “Jirafita es muy pesada” y el Elefantito había dicho “la maleta de la Jirafita es muy pesada”. Caer maleta, de, la y ya no decir lo mismo. ¿Ves? Un rumor, un mal entendido.
-Vaaaaale… Lo siento, Elefantito.
-Ser amigos otra vez: no enfadar. Amigos no enfadar, preguntar primero, ¿vale?
-Vale - respondió la Jirafita, preocupada porque vio a su amigo muy triste -¿Sigues siendo mi amigo, Elefantito?
-Claro. ¡¡Amigos!!
Y para celebrarlo todos hicieron una bulla a la Jirafita.
-(R)isa, mucha (R)isa…
-Pero, entonces -preguntó el Koala que se había vuelto a dormir- los rumores…
-No escuchar, Koala. Mi mamá explicar cuando estar en el desierto. Ella decir que no escuchar nunca las palabras que traer el viento del desierto. Con su fuerza, arrastrar muchas palabras que decir la gente y mezclar todas y si tu escuchar, entender cosas que no son ciertas.
-Tu mamá tiene razón, Camello. Los rumores nunca hay que escucharlos, pues siempre vienen de personas que quieren hacer daño- sentenció el Búho, entrando en la habitación-. Se acabó el recreo, bichos, sigamos con la clase.

Escrito por los Bichos y transcrito por Amparo Gómez-Rey, en la Casita un día de invierno de 2015.




miércoles, 4 de febrero de 2015

En busca de la felicidad perdida... La moda de ser felices


Desde Aristóteles (por poner un punto de partida) hasta hoy, en todas las culturas y en todas las civilizaciones (unas en este mundo y otras en el de más allá) la persona siempre ha tratado de buscar la felicidad. Unas veces ha sido disfrutar con lo que eres, otras con lo que haces, otras con lo que quieres conseguir... También ciencias como la filosofía, la antropología, la sociología, la pedagogía y la psicología se han ocupado de estudiar este anhelo de la humanidad.

La felicidad es un estado de ánimo y, por ende, subjetivo y relativo. Suele asociarse a emociones o sentimientos como la alegría, la confianza, el optimismo, la serenidad, la paz interior... y  hoy, parece, que es algo así como "disfrutar plenamente de cada momento de tu vida". Mires por donde mires, te están invitando a ser feliz, a buscar en cada minuto de tu vida la felicidad perdida. Parece que se ha puesto de moda "tener que ser feliz", que disfrutar como si no hubiera un después, ni un mañana, ni nadie al lado. Y ¿si no lo logro? ¡Qué agobio si no lo logro! Seré un bicho raro infeliz, por ser feliz. ¿Una nueva etiqueta más, "El infeliz"?

Y yo me pregunto: ¿por qué le ha dado ahora a todo el mundo la manía con que tenemos que ser felices?

Seguro que habrá miles de explicaciones sesudas que los pensadores de eso, que puede ser llamado la "post-postmodernidad", ya están trasladando a sus libros y describirán maravillosamente bien la importancia de ser felices. Pero yo siento otra cosa. Creo que están utilizando esta "necesidad urgente e imperiosa de felicidad" como una manera de centrar nuestro pensamiento en cada uno de nosotros:  sólo ocúpate de ser feliz; disfruta de cada minuto que vives porque es lo único que tienes.
Hemos pasado de recibir consignas de compra y progresa, compra y llega a arriba, compra y compra..., a "como ahora ya no puedes dedicarte a comprar, puedes dedicarte a ser feliz".

Me resulta muy incongruente que, en este momento histórico, donde vivimos como millones de marionetas movidas sólo por unos pocos a los que únicamente les interesa el dinero, donde la persona no tiene ningún valor, da igual que sufra, que no tenga para comer ni casa para vivir, donde los pueblos no son soberanos, nos pongan, como zanahoria al burro para que ande, la felicidad. Y especialmente me asombra todas esas teorías de la felicidad en el trabajo: ¿creemos, de verdad, que una persona puede disfrutar con cada minuto de su trabajo, cobrando un sueldo miserable, dedicando montones de horas y con el miedo permanente a que te puedan despedir? 

Yo creo en la felicidad, creo que hay que disfrutar con lo que haces y con lo que logras, con una buena comida, con un amanecer, con rato con los amigos, con la nieve, con... Sí, creo que la felicidad es simplemente sentirse bien con uno mismo y disfrutar con su vida.
Pero también creo que la felicidad es preocuparse por los demás, contribuir al bien común y preocuparnos por mejorar nuestro mundo desde la pequeña parcela de sociedad que representamos cada uno de nosotros.