domingo, 24 de enero de 2016

¿Propósitos, deseos o imposibles para el año nuevo?

Viñeta tomada de: blogs.diariodenavarra.es

Estos días las neveras se han llenado de listas, los gimnasios y los cursos de nuevos alumnos, empezamos la dieta y... ¿cuánto tiempo vamos a preservar en este cambio de hábitos? Los propósitos para el nuevo año (o para el nuevo curso, los que vivimos en año escolar) no duran mucho más de lo que dura este mes de enero (salvo honrosas excepciones).

Parece que el año nuevo o el comienzo de curso trae aparejado un deseo de cambiar nuestra vida, de darle un nuevo aire a las rutinas que, tras un periodo de vacaciones o de festejos, tenemos que volver a asumir.  Sabemos que nuestra vida esta llena de cosas que hacemos "mal", que no son saludables, que nos perjudican y que "debemos" cambiar. Aprovechar este momento para hacerlo nos suena bien y nos sentimos inclinados a proponernos cosas que en teoría nos van a ayudar a vivir mejor y nos lanzamos a cambiar con un eslogan por bandera: Tengo que...

A los pocos días, si no hemos entrando en un bucle de estrés añadido, empiezan las escusas, ("hoy no tengo/puedo porque tengo que... mañana empiezo...") y las listas empiezan a languidecer. ¿Quiere esto decir que no somos capaces de cambiar, de mejorar? ¿Qué no tenemos "fuerza de voluntad" suficiente para hacerlo?

Cuando nos plantemos un proceso de cambio o mejora en nuestra vida, necesitamos una motivación fuerte y real para hacerlo, ya sea en forma de ventaja que nos ahorre tiempo, nos proporcione alguna satisfacción o que mejore sustancialmente nuestra vida. Necesitamos un quiero fuerte y sonoro que nos haga perseverar en el cambio
y nos lleve a decir "Voy a..."

Nos exige un esfuerzo importante que tenemos que estar dispuestos a hacer ya que, introducir cambios en nuestra vida, supone romper con el piloto automático con el que funcionamos la mayoría del tiempo, prestar atención para ir introduciendo los cambios y no caer en las rutinas. Este esfuerzo supone que, además, no podemos cambiar más de una cosa a la vez ya que, intentarlo con varias, implica prestar demasiada atención y no somos capaces de mantener esta tensión durante demasiado tiempo seguido.

También tenemos que tener muy claro a dónde queremos llegar. Objetivos como "voy a dedicar más tiempo a mis amigos o familia" no sirven. Más tiempo es ambiguo y difícilmente seremos capaces de darnos cuenta de si estamos dedicando más tiempo. El planteamiento debería ser algo así como los jueves voy a dedicar dos horas a estar con... o todos los días voy a dedicar media hora a jugar con mi hijo.

No se puede pasar directamente de la nada al todo ya que exige un esfuerzo tremendo que sólo va a causar frustración, estrés o ansiedad. No podemos pasar de nunca a todos los días. Es mejor empezar con una vez o dos por semana que, a medida que veamos que cumplir nuestro propósito nos va provocando satisfacción, iremos aumentando.

Para cambiar, debemos ser sinceros con nosotros mismos y responder a estas preguntas:
¿Cómo me siento yo respecto a...?
¿Cómo me sentiría si logro...?
¿Cómo me sentiría si no logro..?
¿Qué estoy dispuesto a hacer para conseguirlo?
¿Qué necesito para empezar?

Después sólo queda ponernos en marcha, perseverar en el tiempo, olvidarse del Tengo que... y empezar con el Voy a...  y recordar que "la vida es lo que pasa mientras tú estas ocupado haciendo otros planes" (John Lennon, canción Beautiful Boy)